Primer domingo de mayo...

     Mañana es el día de la madre. Yo… veréis, este ser tan especial, y que a veces, no sabemos valorar, ya no está a mi lado, ya hace tiempo, pero… la echo de menos, igual o más, que el día que se marchó. A cada momento, a cada instante de mi vida… echo a faltar sus besos, sus abrazos, sus palabras, incluso… ¡sus enfados!

Gràcies mare.
     La echo de menos cuando… cuando me llaman para un trabajo (genial!), o cuando me quita el sueño “cómo” llegar a final de mes (uff…). También… también cuando mis hijos vienen contentos porque han quedado con sus amigos para ir en bici (aunque mi corazón se ponga a palpitar de una manera extraña…), o cuando vienen tristes del cole, con una notita de la maestra...

       En los buenos y en los malos, en TODOS. Ella, sabéis, hizo lo imposible, para enseñarme a tener coraje en la vida, a saber dar un valor a unos principios… aunque en ocasiones, esto no fuera fácil de poner en práctica… A seguir siempre adelante con paso firme, a veces doloroso, y a no perder nunca… NUNCA la esperanza.
     Mi madre hizo de mi todo lo que soy, la parte buena claro, de la mala ya me encargue yo solita… (je, je, a ver tampoco te pases, será que no me conoces bien…).
      Tuve mucha suerte de tenerla. Aprendí al lado de mi madre, que hay adaptarse a las situaciones que no puedes cambiar... que hay que luchar por tus sueños, aunque sin pisar a los demás. A entender que no eres ni mejor, ni peor que nadie. A saber estar… Que las cosas tienen la importancia que uno mismo le da... Que todo el mundo tenemos un motivo para hacer lo que hacemos, lo entendamos los demás o no, puesto que TODOS tenemos o queremos un sueño que alcanzar . Que en esta vida, hay que dejar vivir a los demás, y aunque no entendamos su “por qué” debemos al menos saberlo respetar.

     No recuerdo haberle dado las gracias por todo lo que hizo por mi y mis hermanos. Pero en cada pantalla de ordenador que aparezcan estas palabras, esta mi gratitud...

     Sabéis una cosa más, soy madre, como tu, claro, como lo fue ella. Y sólo le pido a Dios, que ojala, sepa transmitir a mis hijos, la mitad de lo que ella me enseño y me hizo sentir a mi.

   Os dejo aquí un mensaje que en su momento llegó a mis manos..., quiero compartilo con vosotr@s puesto que algún día, quizás… espero… lleguemos a este punto.
     Es quizás el punto de vista de ELLAS. Y, much@s de vosotr@s aún tenéis la suerte de tener a vuestro lado a este pilar tan importante en nuestra vida, así que… por favor, APROVECHADLO.
Mi querida hij@:

El día que me veas vieja, te pido... por favor,
que tengas paciencia…
y sobre todo que trates de entenderme.
 
Si cuando hablamos, repito lo mismo mil veces…,
no me interrumpas para decirme “eso ya me lo contaste”
solamente escúchame por favor.

Recuerda los tiempos en que eras niñ@…
y yo te leía la misma historia,
noche tras noche hasta que te quedabas dormid@.

Cuando no me quiera bañar, no me regañes…
y por favor no trates de avergonzarme,
solamente recuerda las veces
que yo tuve que perseguirte con miles de excusas
para que te bañaras cuando tu fuiste niñ@.

Cuando veas que no entiendo algo naciente, algo nuevo
dame el tiempo necesario para aprender,
y por favor ocúltame esos ojos y esas caras
de desesperación…

Recuerda cariño mío, cuantas cosas te enseñé…
a comer apropiadamente,
a vestirte y peinarte por ti mism@
y salir victorioso lidiando con la vida.

El día que notes que me estoy volviendo vieja,
por favor…, ten paciencia conmigo y
sobre todo… trata de entenderme.

Si en alguna ocasión pierdo la memoria o el hilo de la conversación,
dame el tiempo necesario para recordar y si no puedo…,
no te pongas nervios@, impaciente o arrogante.

Ten presente, una sola cosa en tu corazón
que LO MÁS IMPORTANTE para mí
es estar contigo y que me escuches.

Y cuando mis cansadas y viejas piernas,
no me dejen caminar como antes…
DAME TU MANO,
de la misma manera que yo,
te ofrecí las mías cuando diste tus primeros pasos…
cuando un pesar te invadía…, cuando tu chic@ te dejó…
cuando pensabas que no podía ganar la batalla…
y aprendiste a salir vencedor de otras.

Cuando mis días de vejez vengan,
No te sientas triste por mí.

Puedes hacer mucho, sólo estando conmigo,
a mi lado, aunque no siempre… ¡claro!
Yo también eso entenderé…
 
Trata de aceptarme, en ocasiones en silencio, como lo hice yo,
Ayúdame mientras llego al final de mi camino,

Sigue a mi lado, y deja que termine mi vida con amor.
Sintiendo tu cariño, tu calor y comprensión.

Me siento feliz por el regalo de tiempo y de vida…
Que tuvimos la dicha de compartir juntos…

Cuando llegue ese instante, hij@ mí@,
te lo sabré agradecer,
con una enorme sonrisa y con el inmenso amor
que siempre te he tenido,

Ahora sólo me queda decirte que te quiero,
Y que siempre te he querido,

Gracias por ser lo que soy…
tu madre.

 Anónimo.

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