A mí sí me importa! por Cuca García de Vinuesa.


Obtuve este artículo hace tiempo, y ya en su momento me llego al alma, lo guardé y ahora lo quiero compartir con vosotros. Sigue teniendo mucha razón…
Huy! Rabia y vergüenza ajena es lo que siente una madre cuando, después de rogarle a su hijo que recoja su cuarto (una, otra y otra, así hasta diez veces en una hora), este de pronto pega un portazo y se va gritando: “¡A mí me la suda!”. En esos momentos, horrorizada, ella repite entre dientes: “A mí me la suda”, “a mí me la suda”…
Y así están y así son las cosas. Porque los niños-hombres de hoy son la pera. Les criamos, les compramos, les enseñamos, renunciamos, no dormimos, nos agobiamos, les recogemos, les perdonamos y, lo más grande, les amamos. Y a ellos… se la suda.
Pero siento clamar a los cuatro vientos que, a pesar de todo, ser madre me enloquece. Es una de las vocaciones más emocionantes del mundo. Aunque hay que tenerla. Y hay que ejercerla con el alma. Estos “hijos de su madre” a los que queremos desde nuestras entrañas y que son culpables de que nuestro corazón se acelera, son la vida. Nuestra vida.
A nosotros, los padres, no nos la suda si ellos, siendo educados como Dios manda, al llegar a su mayoría de edad tiran por la borda todas nuestras enseñanzas. Las consecuencias, a la larga, sí les harán sudar… de verdad.
Y por eso educar es tan difícil y tan cansado. Pero hay que hacerlo. Y hay que hacerlo como reto “profesional”. Porque tenemos que ganar en esa carrera que hemos elegido sin estudio previo. Una carrera con un MIR inacabable y que conlleva un máster detrás de otro. Dura carrera. Pero la mejor, y más importante, de toda nuestra vida.
Estos “hijos de su madre” son por lo que de verdad merece la pena jugárselo todo. Arriesgar en su educación y arriesgar por su felicidad. Eso es lo principal de nuestras vidas. La mejor y más importante empresa a la que nunca debemos permitir entrar en quiebra o suspensión de pagos.
       Si educamos a nuestros hijos con rigor y amor, la empresa multiplicará sus dividendos. Aunque conlleve, a veces, portazos y malas contestaciones. Hay que saber decir “no” desde el chupete. Y el “no” de ahora, será el “sí” de ese hijo a la vida. El “sí” a la madurez. Y la madurez es fundamental para la convivencia y la felicidad.
Mejor es pasar 20 años pendientes del desarrollo diario de una vida, que no hacerlo porque es más “guay” darles libertad. Porque seguro que la vida les exigirá lo que los padres, por pamplinas, no le hemos sabido exigir, y entonces contemplaremos su depresión o su mala vida y nos sentiremos culpables de ello.
¡A trabajar! A educar con fundamento, con valores, con disciplina y con muchísimo amor. No nos dejemos hacer ningún tipo de chantaje moral por parte de nuestros hijos.
¿Un manual para esto? Nuestros corazones, la lógica y el sentido común. Que sepamos, tanto ellos como nosotros, que la empatía es un buen camino: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti.
Apliquémonos el cuento todos. Porque a mí… sí que no me la suda.


REVISTA AR. Sección Firma invitada: Cuca García de Vinuesa.

Comentarios

Entradas populares de este blog

DE ESTA SALIMOS SEGURO!!!

Un cuento para la resiliencia

Primer domingo de mayo...